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Núm.Edición: 1
En el antiguo Egipto el amamantamiento duraba los tres primeros años de la vida cuando el niño vivía inmerso en la unidad familiar amparado por la madre o la nodriza. La leche de mujer consolidó unos vinculos afectivos con carácter tan perdurble que quedó plasmada en la tradicción literaria y funeraria. El cargo de nodriza regia ayudó a encumbrar el rango social de la mujer siendo un motivo de orgullo y excusa para acercarse a la fígura del hijo del monarca y quien sabe si algún día futuro rey. En tanto que el tutor como equivalente masculino de aquélla funcionario de prestigio ya entrado en la madurez aún gozando de idéntico afecto actuó menos como criador que como maestro consejero experimentado. Las escenas religiosas de amamantamiento del monarca confirmaban el origen divino y la garantía de una vida ultraterrena. Describen la importancia en el ceremonial y en los ritos de la coronació. La leche materna tuvo también una consideración biológicavmuy destacada en la formación y crecimiento fetal en las pruebas de viavilidad del niño y la fertilidad femenina. Las fuentes papirológicas médicas nos dicen cómo la leche humana entre otras figuró como ingrediente en recetas farmacológicas; aportan multitud de consejos que nos recuerdan a los modernos textos de puericultura y pediatría. La herencia iconográfica de las `Isis Lactans` fue el modelo para la representación de la Virgen María y su Divino Hijo en los albores del cristianismo y en el arte medieval.